Hemos sido llamados a reflejar la luz del Reino de Dios en los lugares donde Él nos ha puesto; como Familia Aliancista, creemos que la fe no se guarda; se comparte, se vive y se demuestra amando al prójimo.
El profeta Isaías, en el capítulo 58, nos retrata que la fe profunda en Dios no se mide solo por nuestros ritos, sino que también se demuestra en nuestra respuesta compasiva al dolor real que nos rodea.
“Si compartes tu pan con el hambriento y sacias el deseo del afligido, entonces tu luz amanecerá en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía.”
Este es el llamado a que la verdadera adoración también se expresa cuando la iglesia se mueve en amor hacia los necesitados. Este llamado también requiere intencionalidad: no se trata sólo de suplir una necesidad física, sino de atender la necesidad integral del ser humano; saciar tanto el hambre del cuerpo como la sed del alma, buscando que las personas alcanzadas por la luz de Jesús sean libres de sus ataduras, conozcan verdaderamente a Dios, y comiencen una nueva vida en comunidad.
Jesús mismo nos recordó: “Tuve hambre, y me alimentaron. Tuve sed, y me dieron de beber... Estuve desnudo, y me dieron ropa... En cuanto lo hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicieron”.
La Ofrenda de Fin de Año: Dar para Restaurar es nuestra oportunidad como Familia Aliancista de vivir la fe en palabra y hecho. Es una invitación a dar de manera generosa y consciente, desarrollando proyectos de impacto real que lleven esperanza y transformación al lugar donde Dios nos ha puesto.
Es tiempo de que nuestra luz amanezca en las tinieblas. Es tiempo de Dar para Restaurar.