Dios tiene una promesa para tu vida, una promesa de salvación. Pero, ¿salvarte de qué? A causa del pecado nuestra relación con Dios se rompió, entonces empezamos a vivir esclavos de nuestras decisiones y pensamientos, alejados de Dios y su propósito de vida. Todos estamos en la misma situación: somos pecadores y estamos camino a la muerte ya que vivimos en un mundo quebrado (Romanos 3:23).

Si bien esta es una mala noticia, existe una Buena Noticia y es que Dios entregó a Su único Hijo, Jesús, quien no solo representó un gran sacrificio, sino que también fue la única manera de rescatarnos, la única forma de recibir vida. Pues nosotros mismos no podíamos salvarnos por nuestras propias fuerzas, ni siquiera por nuestras buenas acciones, puesto que al ser esclavos del pecado estábamos muertos y ninguna persona muerta puede hacer algo por su situación, pero gracias al sacrificio de amor de Jesús nuestro destino cambió, pues Él en la cruz venció la muerte resucitando al tercer día, pagó el precio de nuestro pecado y nos dio la promesa cumplida de la salvación, cambiando así nuestro destino de muerte, por un destino de vida eterna, (Juan 3:16-17, Efesios 2:1-5).

La promesa que Dios tiene para ti es de vida y no de muerte, transforma tu presente y tu futuro. La verdad ninguno de nosotros merecemos ser salvados, pero Dios en su infinita misericordia nos ha mirado con agrado, prometiendo en nosotros una vida en abundancia. (Juan 10:10) ¿Decides aceptar esta promesa?

La parábola del hijo pródigo nos narra la historia de un hijo que rechaza a su padre al pedir toda la herencia que le corresponde para irse de casa, finalmente este hijo malgasta toda la herencia y termina viviendo como pordiosero, allí en su miseria recuerda a su padre y reconoce que estaría mejor con él, aun si este lo rechazara como hijo y lo recibiere como su sirviente; así que decide regresar a casa y en su retorno se da cuenta que su padre no lo rechaza sino que lo recibe con los brazos abiertos lo sigue llamando su hijo, (Lucas 15:11-32).

Esta historia representa nuestra relación con Dios, pues a causa de nuestras decisiones y acciones lo hemos rechazado a Él y su propósito; sin embargo, la buena noticia es que como padre, Él siempre está dispuesto a recibirnos y adoptarnos como sus hijos, espera que regresemos a sus brazos, pues sin importar nuestra condición Él ha decidido amarnos y solo desea de nosotros un corazón arrepentido, (Juan 1:12). Cuando somos recibidos en sus brazos, recordamos nuestro propósito y así mismo podemos abrazar a otros, mostrando así el amor de Dios en sus vidas.

En Juan 4, Jesús tiene una conversación con una mujer samaritana, quien en busca de agua se dirigía a un pozo que quedaba a las afueras de la ciudad. Esto lo hacía a mediodía pues ella era menospreciada por la sociedad. Jesús sabe que esta mujer tiene una necesidad mayor y es la necesidad de agua de vida, por eso Él tiene una conversación con ella donde le recuerda su valor al reivindicar su situación; esto le permite a la mujer samaritana creer en Jesús, regresar sin vergüenza a su pueblo, dejar su cántaro a un lado y contar a otros la verdad de Jesús, pues solo Él le dio a beber del agua que sacia su ser eternamente..

No importa si eres hombre o mujer, adulto, joven o niño, las Buenas Nuevas es que Jesús conoce nuestro valor y lo restaura, pues desde que estamos en el vientre de nuestra madre Él ha cuidado de nosotros (Salmos 139:13) y a pesar de tratar de llenar los vacíos de nuestra vida bebiendo de otras fuentes que no satisfacen nuestras necesidades, (Jeremías 2:13) Jesús hoy viene a nuestros corazones para tener una conversación donde nos recuerda que Él es todo lo que necesitamos.

Hace más de 2.000 años nació el Salvador en un humilde pesebre y aunque no era el mejor lugar, este le fue necesario. De seguro nuestro corazón tampoco es una mansión y quizás ni organizado esté, pero a Jesús le es necesario habitar en nuestros corazones. ¡Esa es la Buena Noticia! Pues con su nacimiento nos enseñó que un humilde pesebre puede ser la morada del Rey.

En Lucas 4:18 Jesús dice “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar Buenas Nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos”. Si tu corazón hoy está quebrantado y se compara a este humilde pesebre, permítele a Jesús nacer en tu corazón, sanar tus heridas y limpiarte de toda contaminación y pecado que te ha apartado de Él. Solo Él puede hacerte libre de la amargura y de la dificultad de perdonar; entrega tus cargas a Jesús y deja que él ponga un nuevo corazón en ti. El sentido de la Navidad está en que hoy puedas abrir tu corazón y le permitas a Jesús habitar en él. (Ezequiel 36:26-27)

La adoración es una de las acciones esenciales dentro de la vida cristiana y a lo largo del relato bíblico nos encontramos un Dios que se alegra y espera la adoración de parte de su creación y en especial del hombre, a quien dotó con la posibilidad de escoger si hacerlo o no. Hemos sido creados para adorar y esa es una realidad indiscutible, pero ¿Por qué adoramos? Adoramos a Dios cuando comprendemos lo que hizo por nosotros al perdonarnos y de esta manera cambiamos nuestra manera de pensar.

La verdadera adoración necesita experimentar el milagro del perdón porque aunque no merecíamos su amor, Él en su indescriptible gracia y amor nos perdona. (1 Pedro 3:18, Efesios 1:7) ¡Y esa es la buena noticia! Recibir su perdón es una experiencia tan increíble y sublime que nos debe llevar a adorarle. Existen diferentes maneras de adorar a Dios, le adoramos a través de nuestras acciones y obediencia, pero también lo alabamos con nuestras voces y cantos, no le alabamos solamente por lo que hace, sino que lo alabamos por lo que es, reconociendo en nuestro corazón que Él es Dios Padre, Creador, Dador de vida y Señor de Señores.

Ya sea que estemos pasando por un momento triste, feliz o de desesperanza, adorar a Dios nos recuerda cuán grande es Él, pues nos lleva a poner la mirada en Él y no en cosas externas, levantando así una alabanza de gratitud que nos permite entrar a Su presencia, (Salmos 100:4). Dios desea que lo alabemos, porque a través de ello nuestro amor por Él incrementa, ¡Recuerda que estamos adorando a un Dios vivo y real! (Salmos 145)

En Juan 10:11–18 Jesús se presenta como el buen pastor y así como los pastores cuidan de su rebaño, Jesús nos cuida y protege en todo tiempo, nos rescata e incluso por el amor que nos tiene da su vida por nosotros y nos aleja de los planes de Satanás, quien solo está para robar, matar y destruir.

Jesús es el buen pastor que deja las 99 ovejas para ir tras la que se ha perdido; Él va tras de ti, se llena de gozo al rescatarte y devolverte al rebaño, (Lucas 15:4-7). Este buen pastor te lleva a pastos delicados, te hace sentir seguro, te hace descansar, sacia tu sed, te da nuevas fuerzas, te guía en el camino y te protege en valle de sombra y de muerte, (Salmos 23).

El buen pastor todo lo hace por amor, Él tiene compasión por nosotros pues conoce nuestra condición (Mateo 9:36), y al regresarnos al redil encontramos un lugar al cual pertenecer y darnos dirección. Por eso como ovejas que vuelven al rebaño podemos cantar del gozo de su salvación.

En Lucas 11:33 Jesús narra la parábola de la lámpara, diciendo “Nadie enciende una lámpara para esconderla, o para ponerla debajo de un cajón. Todo lo contrario: se pone en un lugar alto, para que alumbre a todos los que entran en la casa.” Vivimos en un mundo lleno de oscuridad y maldad, pero Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo”, es decir que solo a través de Él podemos ver luz en nuestra vida y caminar.

Es por eso que esa verdad que hemos recibido en nuestro corazón no podemos ocultarla o guardarla, al contrario tenemos la oportunidad de compartirla con otros dándola a conocer, y la mejor manera de hacerlo es a través de nuestra propia vida, pues somos testimonio de lo que está haciendo Jesús en nosotros.

Contar a otros de las bondades de Jesús, señalando el camino a seguir, nos permite anunciar las verdades de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9), poniendo en nosotros un corazón agradecido que nos recuerda el gozo de Su salvación y nos permite cantar al mundo las Buenas Nuevas de Jesús.

Juan 3:16 dice: “De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito…”, esto nos indica que el proceso de redención de Dios para con nosotros inicia con la entrega de su hijo. ¿Qué tan fácil puede ser entregar un hijo para morir en lugar de otros? De hecho la palabra huérfano define a quien ha perdido a un progenitor, viudo es quien perdió a un cónyuge, pero no existe una palabra ni una expresión que recoja el estado en que queda una persona cuando pierde a un hijo.

Sin embargo, Juan dice que Dios nos ama tanto que a pesar del costo de entregar a su hijo, no escatimó en ello por amor a nosotros, (Romanos 8:32). Este principio de generosidad de parte de Dios nos enseña que hay más bendición en dar que recibir, (Hechos 20:35), pues con todo ello Él trajo salvación a nuestra vida, lo que nos permitió estar nuevamente junto a Dios.

En este mundo de afán estamos tan concentrados en nosotros mismos que nos olvidamos del privilegio de bendecir a otros. Jesús entregó su vida por nosotros y como mandamiento nos dejó la tarea de replicar ese amor a los otros, (Juan 15:12-13). Quiere decir que el acto de amor a otros siempre va a implicar en nuestra vida la generosidad, pues de esta manera bendecimos a quienes nos rodean y los acercamos más a Dios.

Durante los últimos días te hemos presentado el mensaje de las Buenas Nuevas y te hemos invitado a creer en el plan de Jesús para ti, pero nuestro deseo es que lo que has experimentado en estos 9 días pueda trascender, puesto que Jesús no vino a este mundo para ser recibido o recordado por algunos días, Jesús vino a transformar vidas para siempre.

Hoy tienes la oportunidad de permitir que Jesús viva en ti y decidir vivir para Él. Has conocido el mensaje de las Buenas Nuevas, y aunque muchos las han escuchado pocos las han creído pues esta decisión inicia con un acto de fe. Hebreos 4:2 dice: “Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron”, esto nos narra acerca de aquellos en Israel que escucharon las Buenas Nuevas pero en su manera de vivir no hubo cambios, desperdiciando así el regalo que trae consigo Jesús.

En esta Navidad ¡Tu vida puede ser diferente! Jesús es el mayor y mejor regalo que vas a recibir, es un regalo eterno que trae salvación, pues Él es Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno y Príncipe de paz. Pero los regalos deben abrirse para disfrutarse, sí Jesús vino a este mundo y murió por nosotros, recíbelo y atrévete a vivir para Él.