Cristo mi salvador
Cuando pienso en Cristo nuestro Salvador, no puedo más que adorar a aquel que fijó sus ojos en nosotros, siendo unos viles pecadores; es tan grande el amor del Padre derramado al mundo entero, al enviar a su hijo Jesucristo, que produjo vida en cada uno de nosotros, como lo dice el escritor del libro de Hebreos en el capítulo 4:12 “en ningún otro hay salvación, porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre en quien podamos ser salvos”.
El hecho de ser salvos nos habla de una esperanza para un mundo que está muerto espiritualmente, el cual perdió su vida eterna al entrar el pecado a la humanidad a causa de un hombre; en Romanos 3:23 dice que “Por cuanto todos pecaron están destituidos de la Gloria de Dios”. por ello se necesita la redención de Aquel salvador hecho humano para salvar la humanidad. Esta salvación, obtenida por la fe en Cristo Jesús, trajo redención sobre el corazón de quien le recibe, perdón de pecados, justificación y libertad. Mi razonamiento es muy simple para entender que el poderoso salvador Jesucristo vino a entregar todo su amor por medio de su vida en rescate por la mía.
Es a través de su muerte y resurrección lo que cambia nuestra condición y nos traslada de un reino de muerte a un reino de vida eterna, donde su ADN se hace presente y produce en nosotros un nuevo gozo que podemos expresar desde lo profundo de nuestro corazón. Allí su compasión por los no alcanzados se extiende en una entrega total y una gracia infinita que empieza hacerse latente en nosotros por el nuevo nacimiento.
A Jesús no le importó ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo y se humilló hasta lo sumo para que nuestra razón humana y limitada pudiera comprender que solo por su gracia y amor infinito podemos participar de una vida nueva y abundante. La salvación nos libra del poder de satanás y nos lleva al reino de Su hijo amado, como lo confirman las escrituras en Colosenses 1:13-14 “El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas y trasladado al reino de su hijo amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”.
Su salvación rompe las cadenas que nos tiene atados al pecado, entregándonos una vida eterna. La confesión de nuestros pecados nos lleva a un arrepentimiento genuino en nuestro corazón dado por el Espíritu santo, haciendo que Jesús sea ahora el Señor de nuestra vida.
Recibir por fe la gracia inmerecida de Dios nos permite disfrutar de una vida nueva que trae consigo la seguridad de la salvación, el perdón de pecados, aceptación en Su reino y adopción en Su familia (ahora somos sus hijos), como lo dice la Biblia en Juan 1:12, “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre les dio derecho o potestad de ser hechos hijos de Dios”, los cuales son engendrados en Espíritu por la voluntad del Padre. Es así que su perdón a través de su obra salvadora quita la culpa y el peso del pecado; nos libra de la ira de Dios y de una mala conciencia, quitando la sombra punzante del pecado en el corazón y el alma, reconciliándonos con el Padre para desarrollar su ADN, y así llegar a predicar el evangelio de la reconciliación, ya que en Él recibimos la herencia de la vida eterna. Nunca olvidemos el gran precio que pagó Cristo nuestro Salvador para que podamos vivir en Él, en una vida obediente y abundante.
Escrito por:
Pra. Lucy Lancheros Martínez
La Alianza Santa Cecilia, Bogotá
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