Cristo mi santificador
Nuestra base doctrinal como iglesia Alianza Cristiana y Misionera se encuentra enmarcada en el evangelio cuádruple, donde se presenta a Cristo como nuestro salvador, santificador, sanador y Rey que viene. Dentro de estas cuatro características hoy queremos hacer énfasis en lo que es Cristo para nosotros como nuestro santificador.
Empecemos reflexionando como se ha venido estableciendo este concepto, tanto en el ámbito cristiano como secular, para luego profundizar en el verdadero significado de la santificación. Esto nos ayudará a determinar si estamos viviendo una legítima vida en santidad para con Dios, como Él lo manda o al contrario estamos desviados del camino. También nos permitirá evaluar si estamos viviendo una santidad desde el interior o solo una práctica religiosa, producto de una simple oración de recibir a Dios y por “arte de magia” se es santo para toda la vida.
Otras maneras que comúnmente se concibe la santidad es pensar que es un mero acto regenerativo y delimitado por la moral o también como una tendencia del autoperfeccionamiento. En estas direcciones estaríamos muy limitados porque la santidad dependería de un factor externo y no por una decisión, que es lo que Dios está requiriendo de cada uno de nosotros, como algo que surja desde el interior, algo intrínseco.
Cuando analizamos esta tipología de santidad, la cual, aunque se enmarque como “vida cristiana”, no es más que un acto litúrgico y moralista que solo lleva a una vida seca y lejana de Dios. Esto solo conduce a un estilo de vida simplista y de muchas acciones y comportamientos que se orientan hacia el camino del fanatismo, sin que se experimente una verdadera vivencia en la plenitud de la presencia de Dios.
Por eso es necesario evaluar y analizar cómo estamos definiendo y viviendo la santidad, para que podamos reflexionar en lo que Dios ha establecido al respecto y de esta manera fijar unas buenas bases en nuestro proceso de santificación.
Desde la perspectiva bíblica podemos entender la santidad, cuando logramos ver lo que Dios desea de nosotros. Es necesario ir a la raíz del concepto que implica apartarse del pecado e identificar todo aquello que nos aleja y separa de Dios para enfocarnos en Él como la fuente de toda santidad. Esto nos lleva a pasar de un concepto de santidad centrado en nosotros a una búsqueda de la santidad sincera y genuina centrada en Dios donde Cristo vive en nosotros. Este proceso nos libra de caer en una mera santidad de “fachada” producto de una vida ligada al pecado.
En este sentido, la santidad tiene que ver con una rendición total que no solo ocurre en un “acto milagroso” sino que se da en un proceso de manera vivencial y transversal a todas las áreas de la vida. Es una búsqueda y entrega que no depende de un momento sino de un vivir totalmente para Dios las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana; más aún, sabiendo que nuestro adversario y el mundo de pecado se encuentran latentes todo el tiempo, alrededor nuestro.
Esta búsqueda y relación con Cristo hará que la misma imagen de Dios y su santidad se impregne en nosotros. Ahora ya no estamos viviendo una vida de apariencias, sino una vida de fruto donde su presencia se refleja en nuestro actuar. Iniciamos un proceso de santificación en el que avanzamos cada día y que nos lleva de lo superficial a una vida profunda, que hace la voluntad de Dios y definitivamente nos aparta del pecado.
Así llegamos a una dimensión de entendimiento donde comprendemos que lejos de Dios, estamos muertos en nuestros pecados, pero que Jesús es nuestro único y suficiente Salvador. Él es nuestra única fuente de santificación, por lo que nos entregamos totalmente a Él, siendo Cristo nuestro todo.
Escrito por:
Pr. David Figueroa Hernández
La Alianza Neiva Norte, Huila
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