Jornada Humanitaria
Estar en una cárcel es una situación compleja y dolorosa para quienes por diferentes razones llegan allí, un lugar donde no solo se encierran personas sino que con ellos se encierran sueños, ilusiones, proyectos y talentos. Desde este lado de los barrotes nos es fácil pensar que quizá se lo merecen, que cada quien labra su destino y que es lo menos que pueden recibir quienes cometen delitos, y aunque son puntos de vista respetables no es nuestro objetivo entrar a debatir, tan solo diremos que independientemente de las razones por las que puedan estar privados de la libertad, son personas profundamente necesitadas física, emocional y espiritualmente.
Jesús durante el desarrollo de su ministerio recibió críticas por parte de los fariseos a causa de relacionarse con aquellas personas que socialmente eran rechazadas por sus conductas erradas, pero cada crítica la utilizó para darnos una enseñanza sobre la compasión que debemos tener con los que sufren en tinieblas por sus propias decisiones. En Mateo 25:36 nos dejó la reflexión de hacerlo sin reparo alguno como si lo hiciéramos con Él mismo.
Desde hace varios años existe en nuestro país la Confraternidad Carcelaria de Colombia, un ministerio interdenominacional sin ánimo de lucro, que se ha encargado de realizar una labor integral con los presos en las distintas cárceles del territorio nacional, misión a la que se han vinculado las iglesias con el objetivo de llevar la palabra y transformar las vidas de los internos.
Las cárceles son lugares a los que muchas veces los pastores se niegan a ir, según lo expresó el pastor Harold Erazo, miembro de la filial de la Confraternidad Carcelaria en el Cauca y coordinador del trabajo carcelario en el municipio de Silvia.
Nuestra sede en Piendamó atendió el llamado de Dios para llevar Com-Pasión a los necesitados, sumándose al trabajo direccionado por la Confraternidad Carcelaria, quienes realizaron una actividad de obra social en el Centro Penitenciario del municipio de Silvia, Cauca, el pasado lunes 4 de Julio. Un grupo de por lo menos 22 voluntarios en distintas áreas como peluquería, enfermería, odontología, fisioterapia y miembros de la iglesia, aportaron en conjunto para suplir necesidades básicas de los más de 100 internos que tiene el penal.
Algunos escucharon, con tensión y escepticismo, la palabra de esperanza que se compartió al inicio de la jornada, muchos otros atendieron y reflexionaron con sinceridad sobre el mensaje dado. Este fue un espacio que rompió por completo la rutina exhaustiva que se vive a diario en un centro de reclusión. Rostros sonrientes, expresiones de agradecimiento y miradas de esperanza se podía evidenciar en los rostros de quienes se beneficiaron de la actividad, personas a las que no podemos ofrecerles una libertad física, pero que seguramente pudieron conocer que hay una libertad más importante y es la que Jesús quiere darles con su amor.
Obras como esta nos permiten reflexionar sobre el papel y la responsabilidad que tenemos como iglesia ante una sociedad que a gritos clama por soluciones para sus problemáticas y a la cual Dios nos ha llamado a ser luz y sal; el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario hoy en día reconoce el trabajo de la iglesia cristiana en las cárceles como un agente transformador de vidas, ya que Jesús es el único que puede redimir el corazón y la forma de vivir de una persona que ha incurrido en conductas delictivas.
Agradecemos a Dios por permitirnos ser parte de sus planes de salvación a través de estrategias que buscan demostrar con hechos lo que dentro de los templos predicamos, llevando la palabra y brindando alivio en medio del dolor.
Les animamos a buscar este tipo de actividades de obra social, las cuales puedan apoyar a través de su sede local y de esta manera contribuir al cumplimiento de la misión.
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