Obediencia Sin Límites
Al obedecer podemos identificar diversas facetas del ser humano, pues ante un llamado, una orden o un direccionamiento, es necesario que se tome una decisión; obedecer o no obedecer.
Y es en ese momento en el que puede darse resistencia o manifestarse aspectos como la rebeldía, el orgullo, el egoísmo, la envidia, entre otros, pues para la naturaleza humana no es fácil simplemente obedecer.
Nuestro Dios creador también dio órdenes, parámetros y limites desde el principio, pero desde allí el ser humano comenzó a cuestionar y desatender la obediencia, ejemplo de esto son Adán, Eva y sus descendientes, ya que desde allí todos hemos caído en desobediencia, y por ende, en pecado.
En las Sagradas Escrituras podemos fácilmente encontrar ejemplos de desobediencia y las consecuencias de la misma; como también de la obediencia y las bendiciones que ésta trae, uno de estos ejemplos es el de María, la madre de Jesús.
Lucas 1:38
María era una mujer oriunda de una pequeña población judía llamada Nazaret, un poblado lejano de Jerusalén, el cual era despreciado por los judíos e incluso en alguna ocasión alguien preguntó ¿Podrá salir algo bueno de Nazaret? Juan 1:46
Joven, mujer y con escasos recursos; estas son las características que dentro de la cultura judía hacían a María una persona no apta para ser usada por Dios en tareas importantes. Sin embargo, fue la escogida para un gran acto de sumisión y obediencia, y un sublime privilegio: ser la madre del Salvador del mundo.
La obediencia es una respuesta incondicional
Una inesperada noticia pone la vida de María “de cabeza”, lo cual significa que todo cambiaría para ella, y no necesariamente para bien.
Un ángel, sin concretar con antelación ninguna cita, aparece de una forma sorpresiva para felicitarla por ser la ganadora de un concurso en el que nunca participó y entregarle un revelador mensaje: el inicio de un embarazo inesperado.
Pero luego de indagar por la forma en la que se llevaría a cabo la gestación, pues María no había estado con ningún varón, escuchó una respuesta que abrió su entendimiento al saber que su hijo sería el mismo Hijo de Dios. Esta joven asintió a este llamado con una respuesta que es la que Dios espera de todos, aunque no la recibe de muchos: obediencia sin límites, sin cuestionamiento, sin medir consecuencias, confianza plena en Él y en su perfecta voluntad.
La obediencia es renuncia
Al dar una respuesta incondicional, María asumió las consecuencias de éste honor. Honor que le produciría dolor, burla por parte de sus parientes, rechazo por parte de la sociedad, su prometido la dejaría, tendría que vivir sola toda la vida, se vería obligada a mendigar, e incluso rechazarían y matarían a su hijo, sin embargo, corrió todos estos riesgos al decir “Hágase en mi conforme a tu palabra”.
Esta mujer se sometió y acepto la petición de Dios para que le sirviera: esto es agradar a Dios antes que a los hombres, ella no lo pensó, ella solo obedeció.
Así como María, nosotros también creemos en Dios, por lo que debemos cuestionarnos por ¿Qué llamados me ha hecho el Señor que aún estoy considerando? ¿Cuántas respuestas he prometido dar y aún no han salido de mí?
La obediencia es entrega
En esta historia aprendemos de la obediencia de María frente a esta situación, pero también aprendemos de su hijo, el mismo hijo de Dios, Jesús e Salvador, Él es nuestro máximo modelo, pues junto a su obediencia lo entregó todo por nosotros, sin calcular nada (Filipenses 1:6-8).
La obediencia es adoración
El fruto de la obediencia es el gozo, la satisfacción, la rendición y el servicio. En Lucas 1:46-55 María expresa un poema llamado “El magnificat”, lo cual traduce engrandece, allí notamos la relación personal que tenían María con Dios, aspecto indispensable para haber sido escogida para este gran propósito. María conocía la escritura y hacia memoria de hechos poderosos realizados por el Señor.
La obediencia no produce tristeza, por el contrario, nos lleva a crecer en la relación con Aquel a quien obedecemos.
En medio de un mundo que nos llama a atesorar objetos materiales, a buscar el éxito a cualquier precio para lograr el crecimiento personal, Dios nos continua pidiendo lo mismo: obediencia sin límites, ¿estamos dispuestos a obedecer?
Por: Olga Sofía Castañeda
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