¿Cuál Es El Tamaño De Tu Fe?
Dilia Segura, mujer valerosa de Dios, de oración, perteneciente a la iglesia de La Alianza en Pereira, su única esperanza es el poder de Dios, y ahora se encontrará en una gran batalla, una batalla de fe para verdaderos valientes.
Estando en la tranquilidad de su hogar, ubicado en Dosquebradas Risaralda, no sabía lo que sucedía en su cuerpo, empezaba a preocuparse por un molesto dolor en su abdomen, seguido de una extraña sensación en las piernas, sabía que era momento de acudir a un centro médico, porque la situación se tornaba preocupante. En sala de urgencias ese sentimiento se convertía en una difícil realidad; el dolor se hizo tan fuerte que le provocó náuseas y perdió el conocimiento, en ocho días que llevaba en observación no hubo un diagnóstico acerca de su patología: radiografías y resonancia magnética, no fueron suficientes para identificar el origen del insoportable dolor e inflamación de sus piernas, pero lo que sucedió a continuación no fue nada alentador; una de sus piernas se reventó en su parte inferior, llamando la atención de los médicos reunidos en su camilla, en ese momento ella escuchó un cruel diagnóstico; se trataba de una crisis aguda originada por diabetes, y de no responder a un fuerte tratamiento, su pierna debería ser amputada. El tratamiento por más de dos meses, no era nada prometedor y su condición seguía empeorando, sus arterias estaban destrozadas y en las noches los gritos daban muestra del incesable dolor que padecía, y una nueva junta de 16 médicos dieron por única opción el proceso de amputación, que inicialmente sería desde su tobillo, pero cada vez aseguraban que debería ser más arriba, incluso empezaba a abrirse la posibilidad de que fueran retiradas las dos extremidades en su totalidad.
El momento de la operación había llegado; en una camilla la llevaban hacia el quirófano donde serían intervenidas sus extremidades, tenía sondas en varias partes de su cuerpo y el médico le entregó unas pastillas para tomarlas antes de la cirugía. En medio de los procedimientos de anestesia, ella asegura que una mano distinta a la de los médicos pasó por su cabeza y seguidamente escuchó una suave voz que le decía: “no lo hagas”. Lo que siguió a continuación fue un acto de gran valentía, que indudablemente estaba respaldado por Dios, doña Dilia con mucha energía se levantó, desprendiendo con violencia las sondas y aparatos que tenía en su cuerpo, los médicos muy impresionados la gritaban y forcejeaban, mientras ella afirmaba que sus piernas no se las podían quitar. Entre tanta confusión algo más impactante sucedió; obviamente el estado de sus piernas no le permitía caminar, pero de manera sobrenatural ella salió corriendo del quirófano hacia su habitación en el hospital y encerrada pedía ayuda al Dios viviente, y allí escuchó la misma voz del quirófano que le decía: “no temas que yo estoy contigo”. En discusión con los médicos que la atendían, manifestó que ella se retiraba del hospital, a lo que ellos accedieron, pero no sin antes exigirle el pago de los gastos, ella respondió que si Dios la había sacado de allí, Él pagaría también por ella, y así fue; al firmar la salida no realizó pago alguno.
Transcurridos 15 días de haber llegado a su casa sin realizarse la cirugía, la condición médica de esta valerosa mujer empeoró, sus piernas empezaban a entrar en estado de descomposición, y debido a la crítica situación su familia decidió llevarla a la clínica más cercana, donde recibió las primeras atenciones pero debido a la gravedad de su estado, fue remitida al hospital de donde se había retirado hace unos días, y como era de esperarse los médicos no la recibieron de muy buena forma y nuevamente argumentaban que la única salida era retirar sus extremidades inferiores, procedimiento al que ella nuevamente se negaba regresando a su casa 15 días después.
En un tercer intento por encontrar una salida diferente a la amputación su familia la trasladó hacia el municipio de Tuluá, en el Valle del Cauca, donde la revisaría un médico reconocido y especialista en el tema, pero nuevamente se encontró con el decepcionante diagnóstico, humanamente nada se podía hacer.
Con mucha tristeza y desconsuelo regresó a su casa, empezó a cuestionarse sobre lo que Dios estaba haciendo en su vida y en oración le pidió a Dios que la perdonara porque la voz que ella escuchó por primera vez en el quirófano no era de Él, pensó que se había confundido, que ella había actuado en sus emociones y debió dejar que los médicos hicieran su trabajo.
Desconcertada estaba subiendo hacia su habitación cuando de manera sobrenatural, al igual que en el quirófano, volvió a sentir la misma mano que la había tocado, y escuchó la suave voz diciendo: “¿Desconfías? No desconfíes de tu Dios, porque yo soy tu sanador, yo soy tu Dios, que te sostengo, que te aliento, que te doy fuerzas y que te levanto”. Estas palabras fueron un despertar y un llamado de atención, su vida espiritual y física de ahí en adelante fue una experiencia indescriptible, le encontró sentido a lo que Dios venía haciendo con ella, pues al impedir que cortaran sus piernas su salud seguiría en sus manos sanadoras y Él quería que dependiera totalmente de su poder, que obedeciera y colocara su fe en acción. En su interior, su corazón estaba fortalecido, su alma fue motivada a orar fervientemente por varios días y poco a poco Dios reconstruyó cada uno de sus tejidos. Y ahora 3 años después Doña Dilia Segura le sirve a Dios con todo su corazón, con toda su alma y lo más increíble; con todo su cuerpo, porque Dios le restauró completamente.
Escuchó la suave voz diciendo: “¿Desconfías? No desconfíes de tu Dios, porque yo soy tu sanador, yo soy tu Dios, que te sostengo, que te aliento, que te doy fuerzas y que te levanto”. Estas palabras fueron un despertar y un llamado de atención, su vida espiritual y física de ahí en adelante fue una experiencia indescriptible.
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